Desde principios de siglo y hasta 1936, como respuesta a una burguesía creciente que se podía permitir el pago de centros privados, así como a los veraneantes, surgen -tanto en la capital como en Gipuzkoa- una docena de clínicas privadas. La primera la clínica Villa San Ignacio. A ésta siguieron la clínica del Perpetuo Socorro; la Clínica de Nuestra Señora de las Mercedes; o la clínica Nuestra Señora de Aránzazu, entre otras.